sábado, 7 de agosto de 2021

Cuento al revés

Nueve
Ocho
Siete 
Seis
Cinco
Cuatro
Tres 
Dos
No quiero mas tiempo
No quiero mas espacio
No quiero esperanzas
No quiero un beso
Quiero acabar el conteo
Que le roba el sueño a la almohada
Que le raspa la voz al silencio
Que rasguña la piel
Que captura el suspiro
Cinco
Cuatro
Tres
Dos
Usted sabe quién soy
Sabe de qué color lloran mis ojos
Con que ojos jadean mis pasos
A qué paso bailan mis sombras
Usted clava su vista en mi cara
¿Yo no digo nada?
¡Ja!
Se confunde el testigo
Se confunde el juez
Se confunde mi voz en tu ombligo
Se confunde el tiempo
Que no pasa contigo
Y escucho tu voz
Llamando a mi boca
¿para decirle adios?
¿para decirle te extraño?
¿para contarle sus rabias?
¿para contarle sus versos?
Para contarle que 
cinco
cuatro
tres
dos
diez
veinte
treinta
mil
trillones
trillones de estrellas
ocultas en el cielo
no vemos ninguna
no oímos ninguna
pero todo no es más
que la combinación lineal
de una cosa con la otra
y somos
el universo
somos
finalmente
somos 
el pasado
el futuro
ellos
ellas
tu
yo
uno.

sábado, 27 de marzo de 2021

Borrador permanente

Elise se dio cuenta de que la gratitud, la compañía, y el tiempo invertido no eran razones suficientes para seguir apostando por él. El amor físico, ¿quizás? Sus manos firmes alrededor de su cintura, sus besos traviesos, sus caricias precisas, y cada detalle adicional que debería darte para que te pongas en su lugar, pero no quiero, aunque quizás deba. El punto tampoco es ese. Lo importante, en realidad, era que a veces, a veces, su compañía era capaz de matar sus ganas de escapar, sus ganas de morir. Pero en ese momento, tras conversar con sus amigas, decidió que no era justo utilizar a Manuel de esa manera. Es un pilar clave de su vida ahora, pero honestamente no estaría con él si tan solo pudiera encargarse de...

- "Ninguna historia empieza ni termina así, Lance." - me dice súbitamente al leer mis palabras en la pantalla- "Especialmente las tuyas o las mías. Definitivamente no. Además no puedo darte la razón en las cosas que estás diciendo."

- "Tienes razón." - la verdad no creo que ella tenga la razón en esto, y tengo que contar bien la historia; contesto así porque no puedo evitarlo. - "Pero aún este cuento está en un borrador. Me alegra mucho que te dirijas a mí, no obstante. Yo no sería capaz de hablar contigo por mi cuenta. A pesar de que quiera hacerlo."

- "Nunca lo demuestras. Pero te lo concederé, no me queda de otra. No quiero perder tiempo hablando de eso." - se notaba que tenía varias cosas que decirme, a pesar de todo. - "¿Cómo has estado? Hay muchas cosas que me hubiera gustado conversar contigo."

Me cuenta entonces las cosas que ha estado haciendo, los problemas que ha tenido, el vínculo de la filosofía del absurdo de Camus con los enredos políticos de la última serie que ha estado discutiendo con su pareja, aunque nada de él (felizmente), lo difícil que es dedicarse al arte cuando cada día se vive un poco más de prisa, que por qué no pude imaginármela como una artista y ya. No tengo que responderle, es en definitiva un personaje con un brillo que contrasta de manera surreal con la oscuridad de su desarrollo argumental: 

- "No puedo cuestionar totalmente tu decisión. ¿Qué tal si te convenzo de hacerme artista? ¿Realmente sería feliz? Mi arte es mi modo de escapar, de ser feliz en este mundo horrible del que no soy parte. No entiendo cómo lo toleras."

No necesito explicarle mucho para recordarle que mi vínculo con el arte no es como el de ella. No estoy escapando de nada, aunque ganas a veces no me faltan. No te voy a escribir los detalles aquí porque Elise está leyendo esto rebelándose ante su papel de personaje. Ella sabe lo que quiere sentir, sabe lo que quiere vivir, aunque no sepa cómo conseguirlo, aunque el peso de la historia a veces es insoportable para ella. Incluso después de su fin o mientras nadie la está leyendo.

Mi personaje es una escritora. Es muy parecida a mi en tantas cosas, y es tan diferente a mi en tantas otras. Siento que esty solo y que nadie va a entender lo que quiero decir. No es raro que me hiervan las ganas de escribirla nuevamente y dejar que nuestra historia me ponga frente al espejo para dejarme saber quién soy, quién seré las siguientes horas. Pero no puedo, ya no soy un personaje. Dirás que es irrazonable, que los personajes no deciden salirse de las historias. Déjame contarte que si pueden. Pueden salirse de las hojas o de la pantalla y meterse a tu vida. Que no te sorpenda si de pronto Elise también se te asoma a la puerta y cambia su nombre por el de un personaje de Hamlet. Aunque no fue ese mi caso, la verdad. No tolero ficciones que mienten. No quise dejar de ser parte de la historia.

- "Es un poquito inconveniente que hayas decidido ser el narrador del cuento. ¿Tan poco significaba para ti esta historia? La verdad que no te entiendo. ¿Tan poco valieron para tí nuestros momentos mágicos?" - no quiere una respuesta, ella ya tiene las propias. No me quiere de vuelta en el cuento, de todas formas.

Tiene muchas cosas que decirme. Está pasando por mucho, a pesar de que no se estén escribiendo nuevas escenas de la historia; no desde que me fui, pero no porque yo me haya ido. La trama iba bien complicada. Era una porquería, la verdad. Todo estaba de cabeza y el destino de cada personaje era un enigma. Sólo faltaban arañas metálicas gigantes. Aún así se sentía la que si tan solo algún cabo suelto hubiese sido cerrado, si alguna pequeña escena hubiese sido omitida o incluída, las cosas estarían bien. Para todos. Hay tantos detalles que tendrían total sentido si todo fuese solo un poquito diferente. Pero las historias cierran a veces de maneras que no esperamos.

Fue entonces que dejé ir a Elise, al café de siempre. Hacia donde se suponía que tenía que ir cuando empecé a escribir esto con quizás otras intenciones en mente. Mientras más escribo, más parece ser que soy nuevamente un personaje, aunque no es así. ¿O quizás si?¿Soy un personaje secundario en mi propia historia?

Manuel ya la estaba esperando: 

- "¿Qué era aquello tan importante que tenías que decirme?" - con una sonrisa amable, un poco inquieta, tratando de transmitir seguridad a pesar de sus propios miedos. Yo no puedo sonreír así. - "Cuando me llamaste parecía que me ibas a decir adiós, o algo así, en el mejor de los casos."

- "Sabía que esa era una forma efectiva de que no busques pretextos para no venir." - un poco forzado el diálogo. Lo sé, pero a Manuel le bastó. ¿Te he dicho que es bien básico? A veces me sorprende que la historia sea así. No me cuadra. Me pregunto cómo sería si mejor yo... No. Ni si quiera mi nombre he escogido bien.

Elise pensaría que estoy siendo injusto con Manuel. Es que en realidad no lo conozco bien. Se muy poco de él y saber más no me interesa. Pero incluso así hay cosas que se me hace fácil entender. Me gustaría poder describirte el movimiento de los labios de Elise mientras hablaba con él, la belleza de sus dedos mientras paseaban sobre los nombres de los postres en la carta, la magia de los revolucionarios planes que tenía en mente, las historias que quería escribir, y el rubor que viajó por sus cuerpos la siguiente vez que se besaron. Entenderías también, no tengo dudas.

Quince años después del momento en el que terminaste de leer esto, una foto de ellos aquella tarde estaba impresa y pegada en su pared. Una honesta descripción en ella:

Aquel fue un año de mierda. Pero fuimos felices en ese entonces y supe desde ese entonces también que lo seríamos por siempre. M.

lunes, 22 de marzo de 2021

Lunes

Hoy es un día innecesariamente difícil.
Las rosas en el jardín no parecen ser diferentes
a las hojas secas acurrucadas,
húmedas y embarradas,
bajo el árbol en el que nacieron;
y que sigue verde, no obstante.

Hoy los poemas no llevan traje.
Los versos no parecen ser diferentes
a líneas de prosa forzadas,
separadas la una de la otra
por el espacio y por el significado.
Profundo aquel, pero no este.

Hoy los caballos duermen recostados.
Los perros no responden al ladrido de los otros.
La estética no quiere verse al espejo
y las palabras no saben a qué otras buscar.
El espejo solitario apunta a la nada, apunta al vacío.
Pero el vacío es fuerza, locura sin libertad.

El vacío entonces arrastra las voces,
arrastra la luz, arrastra los espejos,
arrastra los cadáveres de los amores.
Convergen hacia su vientre
las rosas, los versos,
la ira, el desprecio y la nostalgia.

Así el poema se devora a sí mismo.
Y va a donde siempre quiso ir,
o quizás miento, no puedo saberlo.
Hoy es un día innecesariamente difícil:
Las palabras no llevan ropa,
y aun así, no puedo ver su desnudez.

domingo, 14 de febrero de 2021

Post 17

No es que tenga hambre, pero me vendría bastante bien un lonche. Un pan de yema con tu sonrisa, chocolate caliente y tus palabras.

Quiero beber y no puedo. Ya sabes. Mañana es lunes. Es más, creo que ya empezó el toque de queda. No me molestaría, no obstante, pasarme una noche así embriagándome con tu cintura, y aunque no fumo, aspirarme la luz de tu mirada. Ahogarme ridículamente con ella, quizás, mientras te ríes de mí a carcajadas.

Quiero tomar tazas de café que ya tomé. Quiero correr al lado del río en el lugar en el que ayer rompiste tus zapatos. Quiero mandarte, por puro capricho, y si quieres ni me lleves (es más ve con quién quieras), a los lugares con los paisajes que combinarían mejor con tus ojos. Por supuesto, por lo menos mándame las fotos. Súbelas a Instagram, a Facebook, a tus stories todas. No les faltarán likes. Fácil hasta se vuelven virales en Twitter. Romperán de super likes tu Tinder.

Es fácil imaginar la fotografía perfecta: De fondo, un cielo naranja dramático, medio rosado, lleno de adjetivos coloridos hasta un extremo exagerado. Sobre él, el paisaje. Andenes en una montaña verde. Al costado de un bosque de árboles rojos sobre un abismo por el que vuelan pájaros grandes. Y no podrías faltar tú en el encuadre. La carita sudada, el pelo desordenado, las zapatillas sucias diciéndole a la cámara: "Auxilio. ¡Ya hemos caminado mucho!"

Me la imagino y pienso: "La vida es mejor cuando es bella. ¡Acabemos mañana mismo con la pobreza!"

- "Pero joven, no podemos hacer eso. ¿Qué habla? Por favor le pido nos deje seguir trabajando. Deje de decir idioteces."

He llamado a todas partes y nadie me puede vender nada de lo que ahorita mismo quiero. No creerías la plata que he estado dispuesto a soltar. ¡Qué triste es el capitalismo así! ¡Maldita sea! Tanta revolución industrial, tanta globalización, tanto comercio, tanto mercado... Y no puede darme ni un fotograma de lo que quiero. Me avergüenza mucho la precariedad de esta cadena de suministros.

¿No que que el consumismo está destruyendo el planeta? Que me dejen consumir un poquito de lo que pido. Eso es todo lo que quiero. Vuelvo a llamar:

- "Lo siento mucho. No entiendo qué desea. Lo que dices no tiene sentido, ni forma, ni nada. ¿Qué es eso?¿Y a todo esto quién soy? Eso tampoco lo entiendo. ¿Soy un personaje acaso? ¿Qué es esto un cuento?¡Estoy harta de esta conversación!Que tenga buen día.¡Chau!". 

Excusas, excusas. Hasta resulta que la culpa es mía. Nadie resuelve mi problema y ya llegó el fin: en fin, la hipótesis de los mercados eficientes.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Marcha Contra la Muerte de Paul Laveriano

- "Si las cosas estuvieran bien, me dedicaría a la música o a la literatura." - me dijo cuando le pregunté por qué estudiaba economía.
 
- "Cuando era pequeño, quizás cinco años, mis padres iban a recibir la visita de un 'estudiante excelente'. Le encantaba estudiar, pero tenía que trabajar para ayudar a su pobre familia.
 
"Pero tú sabes, trabajar y estudiar a la vez es difícil. ¿Era él lo suficientemente bueno? ¿Valdría la pena sacrificar tiempo en ello? Él necesitaba consejos y yo más detalles de porqué mis padres decían que era tan inteligente y maduro. Me daba mucha curiosidad todo eso.
 
"Cuando llegó el muchacho a casa, lo primero que hice fue preguntarle qué carrera quería estudiar. Me sentí estúpido cuando escuché su respuesta: educación secundaria. No estaba hablando de una carrera profesional, déjame aclarártelo. El chico acababa de terminar la primaria y corría el riesgo de no poder seguir estudiando."

Me siguió contando anécdotas como esa. Si Paul hubiese nacido en un hogar bien, en el momento de esa charla él hubiera sido el destacado estudiante de ingeniería o negocios que 'además de ser muy bueno académicamente, es sensible y artístico. Toca muy bien piezas complicadas de piano. ¡Qué tal facilidad para interpretar a Listz!'.

Pero no, Paul no nació en un hogar bien. Nació en un hogar privilegiado, eso sí. El privilegio funciona por contraste. Sus padres, ambos jóvenes, eran docentes de una escuelita rural y, sin mas obligaciones monetarias que su pequeño hijo, no necesitaban pasar hambre. Es más, si querían palta o café, la chacra que dejó el abuelo proveería lo que el mercado no podía. Nunca hacía frío ni cuando llovía. Incluso habían ocasiones en las que había neblina total al final de la tarde y el aire era el que se pintaba de naranja, cual fantasmas de atardecer por todas partes.

Lo más parecido que tenía a ese tipo de privilegios, mientras conversábamos ahora en San Marcos, era... Lo siento, dejé este párrafo al último, pensando que poner algún tipo de semejanza con San Marcos ayudaría a contar la historia. Sugerir que la vida transcurre en ciclos que se repiten de manera similar tiene cierto efecto narrativo útil que me hubiese gustad explotar aquí. Pero no. Me ha costado demasiado, la verdad que no puedo recordar nada. ¿Quizás el 'pequeño feudo' que ya no existe en la Facultad de Letras? ¿la visión de la noche naranja desde el parque a las espaldas del rectorado? No, esas ideas están demasiado contaminadas por mis propias vivencias. En fin.

Por razones que nunca terminé de entender, Paul era una persona medio hermética y nunca te decía las cosas sobre él mismo si no le preguntabas. Me imagino que siempre fue así. Casi todos sus pasatiempos eran solitarios. O eso creía yo, años más tarde su mamá me comentó que de pequeño, maravillado por la magia de la electricidad que llegaba de lunes a sábado, Paul soñaba con construir robots. Ya con el paso de los años empezó a agarrarle cada vez más el gusto a la literatura y a la música de cantautor. "Si la ciencia no es suficiente para darnos agua potable, no puede ser superior al arte". Luego entendí que sus pasatiempos eran su manera de conectarse con los demás. Su forma solitaria de buscar otras personas, muy probablemente ya muertas, que puedan entender lo que él sentía.
 
- "¿Quién soy yo para cumplir mis sueños si para otras personas iguales que yo eso es imposible?¿Qué me diferencia a mi de manera objetiva? Apenas y soy la persona que tengo más a mano. Eso es todo. Nada de especial. Quiero ser feliz, pero no puedo objetar que me lo merezco más que otra persona.
 
"No creo en el destino, no creo en la suerte, no creo en el sistema, y no creo en Dios. No creo en nada, y a veces ni si quiera creo en mí. Por eso decidí estudiar economía. Quería respuestas, necesitaba saber cómo podía haber personas llamadas economistas que decían en la televisión que las cosas estaban bien, que sólo hacía falta confiar en algo llamado mercado y que eventualmente todo estaría bien; que oponerse a las cosas como son, incluso a algunas injusticias, era ser enemigos del desarrollo.

"Ahora que he escuchado sus argumentos más de cerca, que supuestamente entiendo lo que dicen, los entiendo menos. Nada tiene sentido, las cosas no son como ellos dicen. No tienen ni idea de lo que hablan. Son tan dogmáticos como los dos payasos "anti-revisionistas" a los que conocimos el otro día después de la Asamblea General de Gremios. Simplemente uno de los relatos, mal aprendido, es más aceptado en los medios que el otro. Y eso ni si quiera se acerca a ser lo peor que dejaron los años de violencia y cada gobierno peor que el anterior. Pero son solo eso, relatos. Cada vez me convenzo más de que ninguno de los dos tiene sentido. Ningún otro de hecho. Quizás envidio su capacidad de creer, de aferrarse a ideas que pueden defender con su rabia. Mi rabia sólo es eso: rabia."

En una clase, un profesor estaba hablando de temas muy diferentes a los del curso. Practicando una para una exposición que iba a hacer en una radio. Paul intentó detenerle: "Profesor, esto no tiene nada que ver con el curso. Esto es una arbitrariedad. ¿Y así quiere ser autoridad?". El profesor 'le dio la razón': "Tiene razón, joven. Fiel a mis principios democráticos, les propongo dos opciones: Nos vamos todos ahorita del salón a hacer otras cosas o me escuchan seguir practicando el tema de mi conferencia." Ganó la primera opción por gran mayoría.
 
No nos merecíamos a Paul, la verdad. Nosotros queríamos las cosas fáciles, Paul quería las cosas correctas. Mucho tiempo perdió marchando dentro y fuera de San Marcos. Lo más irónico me parecía cuando lo hacían dentro, porque tenían razón y nosotros se la quitábamos. No se si estuvo bien que hayan tomado nuestra facultad, no me malinterpretes. Aunque no sé... "No nos dejan estudiar", les decían nuestros compañeros, la mayoría. ¿Con qué derecho podría decirle yo a Paul que no estudia? Simplemente, al igual que los demás, me iba a otra facultad a terminar mis tareas aprovechando los feriados forzados. "¿Y Paul en qué momento va a terminar de estudiar todo esto?" - me preguntaba, al igual que me preguntaba porqué creía que esas marchas y protestas podían cambiar algo. Nosotros estábamos sólo de paso. No era nuestra responsabilidad: ¿por qué no aprovechar nuestras oportunidades y ya?¿No somos acaso nosotros mismos nuestra mayor responsabilidad?


Con el paso de los ciclos dejé de verlo seguido porque tenía que hacer mis prácticas pre-profesionales y llevábamos diferentes cursos. No se si es razón o excusa lo que te acabo de decir, si tengo que ser sincero. Creo que me asusté cuando tras acabar tres botellas de ron de mala muerte en un sábado por la noche me dijo:  "Te voy a decir algo que me gustaría que no le digas a nadie. A veces quiero desaparecerme, completamente, lo único que me impide hacerlo es que le arruinaría la vida a mis padres. No me merezco estar triste, hay gente mucho peor que yo. Pero simplemente no puedo evitarlo. Ridículo soy... Débil... Un caricatura pretenciosa con baja autoestima. El espejo me recuerda que sí, así soy: así existo."

Debería saber cómo continuó su historia, cómo maduraron sus dudas. No lo sé. Debí haber conversado con él, entenderlo mejor, mostrarle que no estaba solo. Siempre que me contacté con él, después de que nos empezamos a alejar, había sido para pedirle o preguntarle algo.
 
Nunca dejé de aprender de Paul. El día que nos quisimos despedir de él, entendí que nunca dejaré de hacerlo.
 
Su papá tenía los ojos tan mojados, que su humedad y su tristeza se podían ver a través de los lentes oscuros. Su mamá había llorado tanto y su voz, aunque quebrada y desgastada, aún dolía en el oido tanto como dolía un primer grito desesperado.
 
Y el resto de personas... la última vez que había visto a tanto sanmarquino junto había sido marchando. Todos estabamos de acuerdo en que era una injusticia que estuviesemos reunidos por ello. La frustración, el recuerdo de Paul, la juventud, la rabia, o no tengo idea de qué. Es una pena que no pueda explicarte, pero alguna razón en común teníamos para querer movernos hacia algún lugar sin saber a dónde. ¿Dónde se reclaman estas cosas?¿Dónde se le exige milagros a la vida? Pero alguien más lo entendió mejor que el resto, o lo sintió más,  y lanzó el grito: "¡Estudiar y luchar es deber estudiantil!"

Entonces entendimos que no habíamos asistido a un entierro. No estabamos reunidos para "celebrar la vida, en honor a Paul Laveriano" ni para pedir su descanso junto a un dios en el que él no creía. Las arengas contra la injusticia que significaba la muerte empezaron a llover. Estabamos reunidos en un plantón. Estabamos manifestándonos contra la muerte de Paul Laveriano.
 
Gritamos tan fuerte, con tanta rabia y con tanta convicción que la muerte entendió la injusticia y no le quedó más que ceder. Ya era muy tarde para que nos devuelva su cuerpo. Pero nos devolvió su voz y se quedó siempre con nosotros.

Lo primero que me dijo la triunfante voz de Paul en ese preciso momento fue: "¿ya ves Gabriel? Y tú que creías que las marchas no sirven para nada."

lunes, 6 de abril de 2020

La función del arte /5

No se exactamente cuándo conocí a Leonardo. Las primeras veces que conversamos probablemente me habrá sacado de un rincón gris en el que la oscuridad de mis propios sentidos lograban opacar la luz que al mismo tiempo se reflejaba en mi cara.

Conversar con él permitía que comprenda cosas sobre mi mismo que no hubiera sido posible que conozca ni con la más esforzada introspección. A veces me preguntaba por qué se dedicaba a hablar conmigo. Casi no habían cosas que yo pudiese contarle sin que él ya lo supiera.

Queríamos las mismas cosas, teníamos los mismos ideales. Pero no podía ni acercarme al ímpetu, a la rabia insolente y juvenil que tenían sus palabras incluso cuando hablaba de sí mismo: "Mi corazón amenaza con tomar todo mi pecho, y mis ojos salen a visitar a todo el esqueleto para contarles a los huesos lo que hace falta: 'No teman a las fisuras, grietas o rupturas. Las produce este motor en viaje a las alturas, son efectos secundarios al producir magia.'"

- "Para el hombre que mira la vida artísticamente, su corazón y su mente son la misma cosa" - le dije alguna vez, queriendo mostrarle que entendía algo de lo que él decía.
- "¡Qué geniales son los personajes de Oscar Wilde! Él si efectivamente ha visto la belleza a los ojos, y ella le ha respondido con una sonrisa." - gritó entusiasmado, antes de que yo termine. - "¿Has leído también lo que dijo el otro? ¿Eso de que 'no hay mayor tragedia romántica que la muerte de una joven hermosa'? ¡Ja, ja, ja! ¡Qué ternurita! Me alegro mucho por él. No obstante, solo ha visto la sombra de la belleza pasar por la calle. Eso ya es bastante para una vida arrastrada por los molinos oscuros de los que hablaba William Blake. Pero la verdadera tragedia es la vida, no la muerte, y la verdadera belleza de una persona es su capacidad de crearla."

Para Leonardo, una tragedia peor era, por ejemplo, que la belleza fluya por las venas de una persona y se ahogue en ella porque a causa de la vida, esa persona no puede verla ni aunque habite en la sangre que irriga sus ojos.

Leonardo se ha ido. Sus últimas palabras fueron tres: "No estamos solos." No me las dijo a mí, por supuesto. Tenía esperanza que lleguen a alguien más y la poesía se encargó de que sea así, como agradecimiento quizás.

La poesía se ha despedido de sus amantes de muchas maneras. Les ha dejado morir con el cariño del pueblo junto a quienes padecieron, sobre los brazos del amor junto a quienes viajaron por el mundo, con sus nombres escritos en los libros que leerán los futuros poetas, con la bendición de una dignidad más fuerte que el hambre y la persecusión, entre otras formas.

Pero muchos de sus más fervientes pretendientes, solamente podrían soñar con la manera en la que se despidió de Leonardo:
"Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte."
En un par de hojas de papel, pegadas a una pared, sin su firma, sin su nombre, y escritas con una letra que no es suya, están parte de sus versos más sentidos. Frente al escritorio de una joven artista, las palabras de Leonardo finalmente son capaces de devolverle "la misma y vieja promesa de fidelidad que cada verdadero artista se hace a si mismo, silenciosamente, todos los días".

viernes, 6 de marzo de 2020

Tres palabras

¿Qué me dirías si solamente tuvieras tres palabras?
Es decir, si supieras quién soy, si supieras qué temo.
Si supieras qué poemas me hacen llorar, qué canciones correr.
¿Qué dirías si supieras que no volverás a hablar conmigo?
Es decir, si la vida asumiera totalmente el papel de su brevedad.
Si se involucrara totalmente con la improbabilidad de su ocurrencia.
¿Qué dirías si nos encontramos viajando al espacio?
Es decir, si nos cruzaramos en medio del infinito,
en medio de la eternidad, pero solo por un instante.
¿Qué me dirías si supieras todo de mí, pero a la vez,
el tiempo te tomara del brazo y te obligara a alejarte?
¿Qué me dirías si antes de seguir tu camino,
todos los contrafactuales que no ocurrirán desfilaran frente a ti?
Es decir, si nos vieras caminando juntos frente al río en invierno.
Si me vieras sonreír como nunca mientras juego con tu pelo.
Si nos escucharas cantar en un idioma que aún no conocemos.
Si sintieras el alivio de la solución de nuestra próxima pelea.
Es decir, si sintieras todo, absolutamente todo,
pero en un instante infinitesimal, inatesorable.
Si nos cruzaramos en la calle, sabiendo que no nos detendremos.
Sabiendo que cuando la luz cambie de color,
jamás volveremos a vernos.
¿Qué te diría yo si solamente tuviera tres palabras?
No se me ocurre algo mejor que leer en voz alta,
lo primero que ví escrito cuando conocí tus ojos:
"No estamos solos."

Publicado originalmente por Leonardo Brainstorm.