sábado, 7 de agosto de 2021
Cuento al revés
sábado, 27 de marzo de 2021
Borrador permanente
Elise se dio cuenta de que la gratitud, la compañía, y el tiempo invertido no eran razones suficientes para seguir apostando por él. El amor físico, ¿quizás? Sus manos firmes alrededor de su cintura, sus besos traviesos, sus caricias precisas, y cada detalle adicional que debería darte para que te pongas en su lugar, pero no quiero, aunque quizás deba. El punto tampoco es ese. Lo importante, en realidad, era que a veces, a veces, su compañía era capaz de matar sus ganas de escapar, sus ganas de morir. Pero en ese momento, tras conversar con sus amigas, decidió que no era justo utilizar a Manuel de esa manera. Es un pilar clave de su vida ahora, pero honestamente no estaría con él si tan solo pudiera encargarse de...
- "Ninguna historia empieza ni termina así, Lance." - me dice súbitamente al leer mis palabras en la pantalla- "Especialmente las tuyas o las mías. Definitivamente no. Además no puedo darte la razón en las cosas que estás diciendo."
- "Tienes razón." - la verdad no creo que ella tenga la razón en esto, y tengo que contar bien la historia; contesto así porque no puedo evitarlo. - "Pero aún este cuento está en un borrador. Me alegra mucho que te dirijas a mí, no obstante. Yo no sería capaz de hablar contigo por mi cuenta. A pesar de que quiera hacerlo."
- "Nunca lo demuestras. Pero te lo concederé, no me queda de otra. No quiero perder tiempo hablando de eso." - se notaba que tenía varias cosas que decirme, a pesar de todo. - "¿Cómo has estado? Hay muchas cosas que me hubiera gustado conversar contigo."
Me cuenta entonces las cosas que ha estado haciendo, los problemas que ha tenido, el vínculo de la filosofía del absurdo de Camus con los enredos políticos de la última serie que ha estado discutiendo con su pareja, aunque nada de él (felizmente), lo difícil que es dedicarse al arte cuando cada día se vive un poco más de prisa, que por qué no pude imaginármela como una artista y ya. No tengo que responderle, es en definitiva un personaje con un brillo que contrasta de manera surreal con la oscuridad de su desarrollo argumental:
- "No puedo cuestionar totalmente tu decisión. ¿Qué tal si te convenzo de hacerme artista? ¿Realmente sería feliz? Mi arte es mi modo de escapar, de ser feliz en este mundo horrible del que no soy parte. No entiendo cómo lo toleras."
No necesito explicarle mucho para recordarle que mi vínculo con el arte no es como el de ella. No estoy escapando de nada, aunque ganas a veces no me faltan. No te voy a escribir los detalles aquí porque Elise está leyendo esto rebelándose ante su papel de personaje. Ella sabe lo que quiere sentir, sabe lo que quiere vivir, aunque no sepa cómo conseguirlo, aunque el peso de la historia a veces es insoportable para ella. Incluso después de su fin o mientras nadie la está leyendo.
Mi personaje es una escritora. Es muy parecida a mi en tantas cosas, y es tan diferente a mi en tantas otras. Siento que esty solo y que nadie va a entender lo que quiero decir. No es raro que me hiervan las ganas de escribirla nuevamente y dejar que nuestra historia me ponga frente al espejo para dejarme saber quién soy, quién seré las siguientes horas. Pero no puedo, ya no soy un personaje. Dirás que es irrazonable, que los personajes no deciden salirse de las historias. Déjame contarte que si pueden. Pueden salirse de las hojas o de la pantalla y meterse a tu vida. Que no te sorpenda si de pronto Elise también se te asoma a la puerta y cambia su nombre por el de un personaje de Hamlet. Aunque no fue ese mi caso, la verdad. No tolero ficciones que mienten. No quise dejar de ser parte de la historia.
- "Es un poquito inconveniente que hayas decidido ser el narrador del cuento. ¿Tan poco significaba para ti esta historia? La verdad que no te entiendo. ¿Tan poco valieron para tí nuestros momentos mágicos?" - no quiere una respuesta, ella ya tiene las propias. No me quiere de vuelta en el cuento, de todas formas.
Tiene muchas cosas que decirme. Está pasando por mucho, a pesar de que no se estén escribiendo nuevas escenas de la historia; no desde que me fui, pero no porque yo me haya ido. La trama iba bien complicada. Era una porquería, la verdad. Todo estaba de cabeza y el destino de cada personaje era un enigma. Sólo faltaban arañas metálicas gigantes. Aún así se sentía la que si tan solo algún cabo suelto hubiese sido cerrado, si alguna pequeña escena hubiese sido omitida o incluída, las cosas estarían bien. Para todos. Hay tantos detalles que tendrían total sentido si todo fuese solo un poquito diferente. Pero las historias cierran a veces de maneras que no esperamos.
Fue entonces que dejé ir a Elise, al café de siempre. Hacia donde se suponía que tenía que ir cuando empecé a escribir esto con quizás otras intenciones en mente. Mientras más escribo, más parece ser que soy nuevamente un personaje, aunque no es así. ¿O quizás si?¿Soy un personaje secundario en mi propia historia?
Manuel ya la estaba esperando:
- "¿Qué era aquello tan importante que tenías que decirme?" - con una sonrisa amable, un poco inquieta, tratando de transmitir seguridad a pesar de sus propios miedos. Yo no puedo sonreír así. - "Cuando me llamaste parecía que me ibas a decir adiós, o algo así, en el mejor de los casos."
- "Sabía que esa era una forma efectiva de que no busques pretextos para no venir." - un poco forzado el diálogo. Lo sé, pero a Manuel le bastó. ¿Te he dicho que es bien básico? A veces me sorprende que la historia sea así. No me cuadra. Me pregunto cómo sería si mejor yo... No. Ni si quiera mi nombre he escogido bien.
Elise pensaría que estoy siendo injusto con Manuel. Es que en realidad no lo conozco bien. Se muy poco de él y saber más no me interesa. Pero incluso así hay cosas que se me hace fácil entender. Me gustaría poder describirte el movimiento de los labios de Elise mientras hablaba con él, la belleza de sus dedos mientras paseaban sobre los nombres de los postres en la carta, la magia de los revolucionarios planes que tenía en mente, las historias que quería escribir, y el rubor que viajó por sus cuerpos la siguiente vez que se besaron. Entenderías también, no tengo dudas.
Quince años después del momento en el que terminaste de leer esto, una foto de ellos aquella tarde estaba impresa y pegada en su pared. Una honesta descripción en ella:
Aquel fue un año de mierda. Pero fuimos felices en ese entonces y supe desde ese entonces también que lo seríamos por siempre. M.
lunes, 22 de marzo de 2021
Lunes
Hoy es un día innecesariamente difícil.
Las rosas en el jardín no parecen ser diferentes
a las hojas secas acurrucadas,
húmedas y embarradas,
bajo el árbol en el que nacieron;
y que sigue verde, no obstante.
Hoy los poemas no llevan traje.
Los versos no parecen ser diferentes
a líneas de prosa forzadas,
separadas la una de la otra
por el espacio y por el significado.
Profundo aquel, pero no este.
Hoy los caballos duermen recostados.
Los perros no responden al ladrido de los otros.
La estética no quiere verse al espejo
y las palabras no saben a qué otras buscar.
El espejo solitario apunta a la nada, apunta al vacío.
Pero el vacío es fuerza, locura sin libertad.
El vacío entonces arrastra las voces,
arrastra la luz, arrastra los espejos,
arrastra los cadáveres de los amores.
Convergen hacia su vientre
las rosas, los versos,
la ira, el desprecio y la nostalgia.
Así el poema se devora a sí mismo.
Y va a donde siempre quiso ir,
o quizás miento, no puedo saberlo.
Hoy es un día innecesariamente difícil:
Las palabras no llevan ropa,
y aun así, no puedo ver su desnudez.
domingo, 14 de febrero de 2021
Post 17
No es que tenga hambre, pero me vendría bastante bien un lonche. Un pan de yema con tu sonrisa, chocolate caliente y tus palabras.
Quiero beber y no puedo. Ya sabes. Mañana es lunes. Es más, creo que ya empezó el toque de queda. No me molestaría, no obstante, pasarme una noche así embriagándome con tu cintura, y aunque no fumo, aspirarme la luz de tu mirada. Ahogarme ridículamente con ella, quizás, mientras te ríes de mí a carcajadas.
Quiero tomar tazas de café que ya tomé. Quiero correr al lado del río en el lugar en el que ayer rompiste tus zapatos. Quiero mandarte, por puro capricho, y si quieres ni me lleves (es más ve con quién quieras), a los lugares con los paisajes que combinarían mejor con tus ojos. Por supuesto, por lo menos mándame las fotos. Súbelas a Instagram, a Facebook, a tus stories todas. No les faltarán likes. Fácil hasta se vuelven virales en Twitter. Romperán de super likes tu Tinder.
Es fácil imaginar la fotografía perfecta: De fondo, un cielo naranja dramático, medio rosado, lleno de adjetivos coloridos hasta un extremo exagerado. Sobre él, el paisaje. Andenes en una montaña verde. Al costado de un bosque de árboles rojos sobre un abismo por el que vuelan pájaros grandes. Y no podrías faltar tú en el encuadre. La carita sudada, el pelo desordenado, las zapatillas sucias diciéndole a la cámara: "Auxilio. ¡Ya hemos caminado mucho!"
Me la imagino y pienso: "La vida es mejor cuando es bella. ¡Acabemos mañana mismo con la pobreza!"
- "Pero joven, no podemos hacer eso. ¿Qué habla? Por favor le pido nos deje seguir trabajando. Deje de decir idioteces."
He llamado a todas partes y nadie me puede vender nada de lo que ahorita mismo quiero. No creerías la plata que he estado dispuesto a soltar. ¡Qué triste es el capitalismo así! ¡Maldita sea! Tanta revolución industrial, tanta globalización, tanto comercio, tanto mercado... Y no puede darme ni un fotograma de lo que quiero. Me avergüenza mucho la precariedad de esta cadena de suministros.
¿No que que el consumismo está destruyendo el planeta? Que me dejen consumir un poquito de lo que pido. Eso es todo lo que quiero. Vuelvo a llamar:
- "Lo siento mucho. No entiendo qué desea. Lo que dices no tiene sentido, ni forma, ni nada. ¿Qué es eso?¿Y a todo esto quién soy? Eso tampoco lo entiendo. ¿Soy un personaje acaso? ¿Qué es esto un cuento?¡Estoy harta de esta conversación!Que tenga buen día.¡Chau!".
Excusas, excusas. Hasta resulta que la culpa es mía. Nadie resuelve mi problema y ya llegó el fin: en fin, la hipótesis de los mercados eficientes.