lunes, 7 de septiembre de 2020

Marcha Contra la Muerte de Paul Laveriano

- "Si las cosas estuvieran bien, me dedicaría a la música o a la literatura." - me dijo cuando le pregunté por qué estudiaba economía.
 
- "Cuando era pequeño, quizás cinco años, mis padres iban a recibir la visita de un 'estudiante excelente'. Le encantaba estudiar, pero tenía que trabajar para ayudar a su pobre familia.
 
"Pero tú sabes, trabajar y estudiar a la vez es difícil. ¿Era él lo suficientemente bueno? ¿Valdría la pena sacrificar tiempo en ello? Él necesitaba consejos y yo más detalles de porqué mis padres decían que era tan inteligente y maduro. Me daba mucha curiosidad todo eso.
 
"Cuando llegó el muchacho a casa, lo primero que hice fue preguntarle qué carrera quería estudiar. Me sentí estúpido cuando escuché su respuesta: educación secundaria. No estaba hablando de una carrera profesional, déjame aclarártelo. El chico acababa de terminar la primaria y corría el riesgo de no poder seguir estudiando."

Me siguió contando anécdotas como esa. Si Paul hubiese nacido en un hogar bien, en el momento de esa charla él hubiera sido el destacado estudiante de ingeniería o negocios que 'además de ser muy bueno académicamente, es sensible y artístico. Toca muy bien piezas complicadas de piano. ¡Qué tal facilidad para interpretar a Listz!'.

Pero no, Paul no nació en un hogar bien. Nació en un hogar privilegiado, eso sí. El privilegio funciona por contraste. Sus padres, ambos jóvenes, eran docentes de una escuelita rural y, sin mas obligaciones monetarias que su pequeño hijo, no necesitaban pasar hambre. Es más, si querían palta o café, la chacra que dejó el abuelo proveería lo que el mercado no podía. Nunca hacía frío ni cuando llovía. Incluso habían ocasiones en las que había neblina total al final de la tarde y el aire era el que se pintaba de naranja, cual fantasmas de atardecer por todas partes.

Lo más parecido que tenía a ese tipo de privilegios, mientras conversábamos ahora en San Marcos, era... Lo siento, dejé este párrafo al último, pensando que poner algún tipo de semejanza con San Marcos ayudaría a contar la historia. Sugerir que la vida transcurre en ciclos que se repiten de manera similar tiene cierto efecto narrativo útil que me hubiese gustad explotar aquí. Pero no. Me ha costado demasiado, la verdad que no puedo recordar nada. ¿Quizás el 'pequeño feudo' que ya no existe en la Facultad de Letras? ¿la visión de la noche naranja desde el parque a las espaldas del rectorado? No, esas ideas están demasiado contaminadas por mis propias vivencias. En fin.

Por razones que nunca terminé de entender, Paul era una persona medio hermética y nunca te decía las cosas sobre él mismo si no le preguntabas. Me imagino que siempre fue así. Casi todos sus pasatiempos eran solitarios. O eso creía yo, años más tarde su mamá me comentó que de pequeño, maravillado por la magia de la electricidad que llegaba de lunes a sábado, Paul soñaba con construir robots. Ya con el paso de los años empezó a agarrarle cada vez más el gusto a la literatura y a la música de cantautor. "Si la ciencia no es suficiente para darnos agua potable, no puede ser superior al arte". Luego entendí que sus pasatiempos eran su manera de conectarse con los demás. Su forma solitaria de buscar otras personas, muy probablemente ya muertas, que puedan entender lo que él sentía.
 
- "¿Quién soy yo para cumplir mis sueños si para otras personas iguales que yo eso es imposible?¿Qué me diferencia a mi de manera objetiva? Apenas y soy la persona que tengo más a mano. Eso es todo. Nada de especial. Quiero ser feliz, pero no puedo objetar que me lo merezco más que otra persona.
 
"No creo en el destino, no creo en la suerte, no creo en el sistema, y no creo en Dios. No creo en nada, y a veces ni si quiera creo en mí. Por eso decidí estudiar economía. Quería respuestas, necesitaba saber cómo podía haber personas llamadas economistas que decían en la televisión que las cosas estaban bien, que sólo hacía falta confiar en algo llamado mercado y que eventualmente todo estaría bien; que oponerse a las cosas como son, incluso a algunas injusticias, era ser enemigos del desarrollo.

"Ahora que he escuchado sus argumentos más de cerca, que supuestamente entiendo lo que dicen, los entiendo menos. Nada tiene sentido, las cosas no son como ellos dicen. No tienen ni idea de lo que hablan. Son tan dogmáticos como los dos payasos "anti-revisionistas" a los que conocimos el otro día después de la Asamblea General de Gremios. Simplemente uno de los relatos, mal aprendido, es más aceptado en los medios que el otro. Y eso ni si quiera se acerca a ser lo peor que dejaron los años de violencia y cada gobierno peor que el anterior. Pero son solo eso, relatos. Cada vez me convenzo más de que ninguno de los dos tiene sentido. Ningún otro de hecho. Quizás envidio su capacidad de creer, de aferrarse a ideas que pueden defender con su rabia. Mi rabia sólo es eso: rabia."

En una clase, un profesor estaba hablando de temas muy diferentes a los del curso. Practicando una para una exposición que iba a hacer en una radio. Paul intentó detenerle: "Profesor, esto no tiene nada que ver con el curso. Esto es una arbitrariedad. ¿Y así quiere ser autoridad?". El profesor 'le dio la razón': "Tiene razón, joven. Fiel a mis principios democráticos, les propongo dos opciones: Nos vamos todos ahorita del salón a hacer otras cosas o me escuchan seguir practicando el tema de mi conferencia." Ganó la primera opción por gran mayoría.
 
No nos merecíamos a Paul, la verdad. Nosotros queríamos las cosas fáciles, Paul quería las cosas correctas. Mucho tiempo perdió marchando dentro y fuera de San Marcos. Lo más irónico me parecía cuando lo hacían dentro, porque tenían razón y nosotros se la quitábamos. No se si estuvo bien que hayan tomado nuestra facultad, no me malinterpretes. Aunque no sé... "No nos dejan estudiar", les decían nuestros compañeros, la mayoría. ¿Con qué derecho podría decirle yo a Paul que no estudia? Simplemente, al igual que los demás, me iba a otra facultad a terminar mis tareas aprovechando los feriados forzados. "¿Y Paul en qué momento va a terminar de estudiar todo esto?" - me preguntaba, al igual que me preguntaba porqué creía que esas marchas y protestas podían cambiar algo. Nosotros estábamos sólo de paso. No era nuestra responsabilidad: ¿por qué no aprovechar nuestras oportunidades y ya?¿No somos acaso nosotros mismos nuestra mayor responsabilidad?


Con el paso de los ciclos dejé de verlo seguido porque tenía que hacer mis prácticas pre-profesionales y llevábamos diferentes cursos. No se si es razón o excusa lo que te acabo de decir, si tengo que ser sincero. Creo que me asusté cuando tras acabar tres botellas de ron de mala muerte en un sábado por la noche me dijo:  "Te voy a decir algo que me gustaría que no le digas a nadie. A veces quiero desaparecerme, completamente, lo único que me impide hacerlo es que le arruinaría la vida a mis padres. No me merezco estar triste, hay gente mucho peor que yo. Pero simplemente no puedo evitarlo. Ridículo soy... Débil... Un caricatura pretenciosa con baja autoestima. El espejo me recuerda que sí, así soy: así existo."

Debería saber cómo continuó su historia, cómo maduraron sus dudas. No lo sé. Debí haber conversado con él, entenderlo mejor, mostrarle que no estaba solo. Siempre que me contacté con él, después de que nos empezamos a alejar, había sido para pedirle o preguntarle algo.
 
Nunca dejé de aprender de Paul. El día que nos quisimos despedir de él, entendí que nunca dejaré de hacerlo.
 
Su papá tenía los ojos tan mojados, que su humedad y su tristeza se podían ver a través de los lentes oscuros. Su mamá había llorado tanto y su voz, aunque quebrada y desgastada, aún dolía en el oido tanto como dolía un primer grito desesperado.
 
Y el resto de personas... la última vez que había visto a tanto sanmarquino junto había sido marchando. Todos estabamos de acuerdo en que era una injusticia que estuviesemos reunidos por ello. La frustración, el recuerdo de Paul, la juventud, la rabia, o no tengo idea de qué. Es una pena que no pueda explicarte, pero alguna razón en común teníamos para querer movernos hacia algún lugar sin saber a dónde. ¿Dónde se reclaman estas cosas?¿Dónde se le exige milagros a la vida? Pero alguien más lo entendió mejor que el resto, o lo sintió más,  y lanzó el grito: "¡Estudiar y luchar es deber estudiantil!"

Entonces entendimos que no habíamos asistido a un entierro. No estabamos reunidos para "celebrar la vida, en honor a Paul Laveriano" ni para pedir su descanso junto a un dios en el que él no creía. Las arengas contra la injusticia que significaba la muerte empezaron a llover. Estabamos reunidos en un plantón. Estabamos manifestándonos contra la muerte de Paul Laveriano.
 
Gritamos tan fuerte, con tanta rabia y con tanta convicción que la muerte entendió la injusticia y no le quedó más que ceder. Ya era muy tarde para que nos devuelva su cuerpo. Pero nos devolvió su voz y se quedó siempre con nosotros.

Lo primero que me dijo la triunfante voz de Paul en ese preciso momento fue: "¿ya ves Gabriel? Y tú que creías que las marchas no sirven para nada."

lunes, 6 de abril de 2020

La función del arte /5

No se exactamente cuándo conocí a Leonardo. Las primeras veces que conversamos probablemente me habrá sacado de un rincón gris en el que la oscuridad de mis propios sentidos lograban opacar la luz que al mismo tiempo se reflejaba en mi cara.

Conversar con él permitía que comprenda cosas sobre mi mismo que no hubiera sido posible que conozca ni con la más esforzada introspección. A veces me preguntaba por qué se dedicaba a hablar conmigo. Casi no habían cosas que yo pudiese contarle sin que él ya lo supiera.

Queríamos las mismas cosas, teníamos los mismos ideales. Pero no podía ni acercarme al ímpetu, a la rabia insolente y juvenil que tenían sus palabras incluso cuando hablaba de sí mismo: "Mi corazón amenaza con tomar todo mi pecho, y mis ojos salen a visitar a todo el esqueleto para contarles a los huesos lo que hace falta: 'No teman a las fisuras, grietas o rupturas. Las produce este motor en viaje a las alturas, son efectos secundarios al producir magia.'"

- "Para el hombre que mira la vida artísticamente, su corazón y su mente son la misma cosa" - le dije alguna vez, queriendo mostrarle que entendía algo de lo que él decía.
- "¡Qué geniales son los personajes de Oscar Wilde! Él si efectivamente ha visto la belleza a los ojos, y ella le ha respondido con una sonrisa." - gritó entusiasmado, antes de que yo termine. - "¿Has leído también lo que dijo el otro? ¿Eso de que 'no hay mayor tragedia romántica que la muerte de una joven hermosa'? ¡Ja, ja, ja! ¡Qué ternurita! Me alegro mucho por él. No obstante, solo ha visto la sombra de la belleza pasar por la calle. Eso ya es bastante para una vida arrastrada por los molinos oscuros de los que hablaba William Blake. Pero la verdadera tragedia es la vida, no la muerte, y la verdadera belleza de una persona es su capacidad de crearla."

Para Leonardo, una tragedia peor era, por ejemplo, que la belleza fluya por las venas de una persona y se ahogue en ella porque a causa de la vida, esa persona no puede verla ni aunque habite en la sangre que irriga sus ojos.

Leonardo se ha ido. Sus últimas palabras fueron tres: "No estamos solos." No me las dijo a mí, por supuesto. Tenía esperanza que lleguen a alguien más y la poesía se encargó de que sea así, como agradecimiento quizás.

La poesía se ha despedido de sus amantes de muchas maneras. Les ha dejado morir con el cariño del pueblo junto a quienes padecieron, sobre los brazos del amor junto a quienes viajaron por el mundo, con sus nombres escritos en los libros que leerán los futuros poetas, con la bendición de una dignidad más fuerte que el hambre y la persecusión, entre otras formas.

Pero muchos de sus más fervientes pretendientes, solamente podrían soñar con la manera en la que se despidió de Leonardo:
"Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte."
En un par de hojas de papel, pegadas a una pared, sin su firma, sin su nombre, y escritas con una letra que no es suya, están parte de sus versos más sentidos. Frente al escritorio de una joven artista, las palabras de Leonardo finalmente son capaces de devolverle "la misma y vieja promesa de fidelidad que cada verdadero artista se hace a si mismo, silenciosamente, todos los días".

viernes, 6 de marzo de 2020

Tres palabras

¿Qué me dirías si solamente tuvieras tres palabras?
Es decir, si supieras quién soy, si supieras qué temo.
Si supieras qué poemas me hacen llorar, qué canciones correr.
¿Qué dirías si supieras que no volverás a hablar conmigo?
Es decir, si la vida asumiera totalmente el papel de su brevedad.
Si se involucrara totalmente con la improbabilidad de su ocurrencia.
¿Qué dirías si nos encontramos viajando al espacio?
Es decir, si nos cruzaramos en medio del infinito,
en medio de la eternidad, pero solo por un instante.
¿Qué me dirías si supieras todo de mí, pero a la vez,
el tiempo te tomara del brazo y te obligara a alejarte?
¿Qué me dirías si antes de seguir tu camino,
todos los contrafactuales que no ocurrirán desfilaran frente a ti?
Es decir, si nos vieras caminando juntos frente al río en invierno.
Si me vieras sonreír como nunca mientras juego con tu pelo.
Si nos escucharas cantar en un idioma que aún no conocemos.
Si sintieras el alivio de la solución de nuestra próxima pelea.
Es decir, si sintieras todo, absolutamente todo,
pero en un instante infinitesimal, inatesorable.
Si nos cruzaramos en la calle, sabiendo que no nos detendremos.
Sabiendo que cuando la luz cambie de color,
jamás volveremos a vernos.
¿Qué te diría yo si solamente tuviera tres palabras?
No se me ocurre algo mejor que leer en voz alta,
lo primero que ví escrito cuando conocí tus ojos:
"No estamos solos."

Publicado originalmente por Leonardo Brainstorm.

domingo, 19 de enero de 2020

Reencuentro casual con la noche

Agendamos nuestra cita a una hora distinta.
En un lugar diferente.
Casi de repente.
 
Cambiamos todo lo que quisimos siempre.
Quizás sería medicina
para matar la rutina.
 
Llegó con un semblante diferente.
¿O quizás era el mismo?
La pérdida de costumbre.
 
De pronto, al tenerme en frente:
- "¿Estás ahí?" - me dijo.
- "Sí. Aunque no parece"
 
- "¡Cuánto tiempo sin verte!"
- "No es que no haya querido".
 
Hablamos.
 
Aunque no importa lo que dijimos.
Apresurado había huido el Sol.
Ni se acabó el postre que paso comiendo todo el día.
Y se despidió del cielo de pronto. Sin sangre, sin fiesta, sin drama. "Por ahora nadie me extraña".
Quizá en parte por esto es que se aburrió la poesía y se fue.
 
Habiéndose ido la poesía. La noche y yo ya no tuvimos qué decirnos. Las palabras normales nunca nos permitieron comunicarnos. Nos abrazamos. Podría haberte dicho que lloró, podría haberte dicho que rió contenta. Pero no tengo idea. Como te digo, sin poesía no la entiendo. Lo que si supe es que algún sentimiento nos unía en ese abrazo. Mi corazón estaba caliente.
 
Tomamos una foto para conmemorar nuestro encuentro. Ella cubrió su rostro y yo le dí la espalda a la cámara. ¿Acaso esa no era la manera perfecta de hacerlo?
 
Nos alejamos, y como siempre será hasta que yo muera. No nos dijimos adiós.
 
Horas después, como siempre, la noche estiró sus extremidades. Ella siempre estaba conmigo. Pero esta vez, yo también estuve con ella. Me regaló su sonrisa de gata y se recostó sobre mi pecho. El calor de mi corazón se extendió por el resto de mi cuerpo. La abracé y ella a mí.
 
Lo siguiente que recuerdo es que desperté. Ella, naturalmente, ya se había ido.
 
Publicado originalmente por Leonardo Brainstorm