domingo, 19 de enero de 2020

Reencuentro casual con la noche

Agendamos nuestra cita a una hora distinta.
En un lugar diferente.
Casi de repente.
 
Cambiamos todo lo que quisimos siempre.
Quizás sería medicina
para matar la rutina.
 
Llegó con un semblante diferente.
¿O quizás era el mismo?
La pérdida de costumbre.
 
De pronto, al tenerme en frente:
- "¿Estás ahí?" - me dijo.
- "Sí. Aunque no parece"
 
- "¡Cuánto tiempo sin verte!"
- "No es que no haya querido".
 
Hablamos.
 
Aunque no importa lo que dijimos.
Apresurado había huido el Sol.
Ni se acabó el postre que paso comiendo todo el día.
Y se despidió del cielo de pronto. Sin sangre, sin fiesta, sin drama. "Por ahora nadie me extraña".
Quizá en parte por esto es que se aburrió la poesía y se fue.
 
Habiéndose ido la poesía. La noche y yo ya no tuvimos qué decirnos. Las palabras normales nunca nos permitieron comunicarnos. Nos abrazamos. Podría haberte dicho que lloró, podría haberte dicho que rió contenta. Pero no tengo idea. Como te digo, sin poesía no la entiendo. Lo que si supe es que algún sentimiento nos unía en ese abrazo. Mi corazón estaba caliente.
 
Tomamos una foto para conmemorar nuestro encuentro. Ella cubrió su rostro y yo le dí la espalda a la cámara. ¿Acaso esa no era la manera perfecta de hacerlo?
 
Nos alejamos, y como siempre será hasta que yo muera. No nos dijimos adiós.
 
Horas después, como siempre, la noche estiró sus extremidades. Ella siempre estaba conmigo. Pero esta vez, yo también estuve con ella. Me regaló su sonrisa de gata y se recostó sobre mi pecho. El calor de mi corazón se extendió por el resto de mi cuerpo. La abracé y ella a mí.
 
Lo siguiente que recuerdo es que desperté. Ella, naturalmente, ya se había ido.
 
Publicado originalmente por Leonardo Brainstorm

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