Ella tenía 16 años cuando manejaba bicicleta al atardecer por un largo camino al costado de los viñedos.
El atardecer siempre la ponía nostálgica, era como asistir al suicidio de otro día que había decidido morir.
Cogió algunas de las uvas que pudo, y siguió su rumbo mientras las comía. La empatía despertada por la melancolía que sentía le hizo comprender que si las uvas eran dulces y frescas era porque su alma estaba hecha de vino. Al comprender esto, se llenó de energía y aceleró.
Los viñedos, mientras la veían alejarse cada vez más rápido, murmuraban entre sí que si ella era tan hermosa, era porque su alma estaba hecha de versos.
A Dessiré Medina Tito
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